Poeta, no vales nada
En una entrevista me preguntaron por qué no quería ser poeta: creo que mi respuesta no fue adecuada. Respondió otra mujer. Una mujer anterior. Una mujer que aún no era 'savia'.
Fueron años, décadas, y eso que apenas junto 36 vueltas al sol. Aún así recuerdo la identidad de escritora como un fardo, como una red pesada que me ataba a un lugar del que quería salir por razones bastante obvias: tengo ganas de hacer lo que quiera con mi vida. Para eso, en general, hace falta plata, guita, parné, como quieras llamarlo.
Así que durante mucho tiempo traté de huir de esa condición como si el diablo hubiera agarrado las llaves de la habitación donde escribía.
Aún así, hace poco me di cuenta de que mi sueño se había cumplido: no soy alguien que quiere ser escritora. Ya soy escritora. Siempre lo fui, de hecho. Pero ahora soy percibida como tal. La casa de la escritora, dicen, cuando pasan por delante de mi refugio en el valle. Te queremos llamar para que vengas a leer, me contactan otros. Queremos que nos hables de tu ensayo, de tu novela, ¡que recites versos! Gracias, digo.
Ok, creo que entonces lo logré.
Pero lo importante no fue darme cuenta de eso, sino de que esa identidad no era un problema sino una inmensa oportunidad.
No era yo la que estaba equivocada.
Es al revés.
Vivimos en un mundo que eleva a categoría de héroe aquello que se mastica fácil, que corretea por el algoritmo de Instagram como una gacela enferma.
Lo siento, mi escritura no es eso. Yo no soy eso. Probablemente tú tampoco.
Hace unos días terminé de leer Crossing to Avalon, de la psiquiatra Jean Shinoda Bolen. En ese texto ella habla de la crisis de la mediana edad y la establece como una puerta de oportunidad a otro lugar. Tal vez me adelanté a la mediana edad porque está claro que crucé una puerta. Y ella me ayudó a atravesarla con su ensayo.
El libro completo merece la pena pero me detendré en un ejemplo nomás. Hablaba de uno de sus pacientes: un altísimo ejecutivo de una consultora inmensa de San Francisco. Un hombre que rondando los cuarenta se quiebra. Ataques de pánico en medio de su vida normal, su vida deseable, su vida sin aparentes problemas, salvo uno: su camino, el que había recorrido hasta alcanzar la cúspide, no era el suyo. Y algo dentro de él se rompió. Estudió lo que se esperaba de él, llegó a lo más alto tal y como debía hacer. Pero su hermana, proveniente del mismo núcleo familiar, sabía que no era lo correcto. Que ese camino era el que otros habían deseado para él, no él mismo. Por eso, la única manera de sanar fue lograr contar, relatar qué era exactamente lo que sentía a una persona de plena confianza, alguien que pudiera entenderle de forma profunda: esa era su hermana. El hecho de narrar es la clave.
Contar, relatar, ser capaz de expresarnos y construir un relato con aquello que nos sucede no es un adorno. Es un valor que carece de precio porque es puro oro. Oro esencial. Las herramientas que nos otorgan la literatura, la escritura y la lectura son las que permiten explicarnos el mundo y a nosotras mismas dentro de él. Incluso conocer cuál es nuestro camino: si vamos por el que realmente deseamos o si, por el contrario, algo hace crack y nos damos cuenta de que debemos girar en la ruta.
Ser poeta, creadora consciente, es lo más grande que puedes ser. Tienes el poder de sanar dando la posibilidad a los demás de explicarse a sí mismos y al mundo. Es la capacidad de parar el pánico, de reorientar los pasos, de otorgar un camino hacia una forma de felicidad genuina.
Hay muchas formas de crear: cada lectura es también una forma de creación. Nuestra capacidad para imaginar los mundos que los textos nos proponen es una maravilla que no podemos despreciar ni dejar de ejercitar. Nada masticado: sabemos cómo morder. Gracias.
La creación puede encauzarse hacia diferentes canales más allá de la imaginación misma: la pintura, la escritura, la escultura, la construcción de una casa incluso, la contemplación de la naturaleza, un emprendimiento con propósito o la creación y el cuidado de otras vidas. Ahora se dice ‘maternar’. Y creo que hay muchas formas de ser ‘madre’: ser ‘creador’.
No sé qué puede haber más hermoso que esto.
No sé por qué no le damos el valor que merece.
No sé por qué seguimos permitiendo que la escala de valores esté tan errada.
Es momento de darle la vuelta.
Cuando me preguntaron por qué no quería ser poeta en aquella entrevista dije lo que he sentido durante tantos años: porque es frustrante, implica mucha soledad, gestionar una alta sensibilidad y un nivel de exigencia atroz. Bien, todo es es cierto. Pero olvidé la parte esencial que Bolen me enseñó en su trabajo: ser poeta es ser “una suerte de Dios”. Ser poeta, o creadora consciente, es tener la capacidad de crear historias para explicarte a ti misma y al mundo, o de crear proyectos que resuenen contigo y con el mundo en el que habitas. Un mundo que puedes regenerar con tu acción.
No importa qué tipo de persona creadora eres: si de arte, emprendimientos, hogares, jardines, huertos, hijos o sencillamente amas recrear con tu imaginación lo que otras trazan en sus obras o salir a pasear y dejarte asombrar por lo que la naturaleza y la vida misma tienen para mostrarte.
Lo que me importa es que estás aquí porque quieres encontrar un camino que hable de ti.
Por eso hemos elegido Substack para iniciar este recorrido de Escuela Savia. Esta plataforma valora el oficio de las creadoras y ofrece, de manera automática, la posibilidad de pagar por el trabajo creativo. Por eso las ‘Huellas para salir del laberinto’ se originarán desde aquí.
Hubo dudas, por eso lo aclaramos. En este primer espacio no tienes compromiso de pago: son pistas que te damos gratuitamente, porque sin huellas es difícil lograr ver el camino para salir del laberinto. Mucho más cuando nos sentimos perdidas. Por eso podrás usar estas huellas siempre gratis. O bien, puedes ya comprometerte a pagar por ellas y, más adelante, cuando activemos los pagos, podrás hacer tu aporte.
Por eso, si lo valoras, lo sientes y hoy puedes hacerlo, te invitamos a que regales tu compromiso futuro.
Estamos construyendo Escuela Savia para que puedas tener un lugar en el que valorar quién eres, cuál es tu camino y re-aprender con herramientas que te sirvan para sentirte mejor, para reequilibrarte desde la raíz, para generar una sabiduría que te transforme. A ti o a otras personas que están cerca y puedes sentir que lo precisan.
No estás sola. Somos miles, millones caminando tal vez a contracorriente.
Con dolores, angustias y dudas similares.
Pero no estamos equivocadas.
Quizás el mundo enfermo lo esté.
Por eso unimos naturaleza y creación consciente.
Porque sólo volviendo a la raíz lograremos un reequilibrio virtuoso.
Porque sólo valorando aquello de lo que somos capaces reordenaremos prioridades.
Y no es a través del sufrimiento.
Al contrario.
Buscaremos el goce, el placer, la conciencia y la autenticidad.
No sólo desde el arte, sino desde la creación en un sentido amplio.
Así que la próxima vez que te pregunten date un segundo: reflexiona, levanta la cabeza y responde valorando lo que eres, lo que eres capaz de crear o de imaginar y di que sí, que eres SAVIA, orgullosamente SAVIA.
¡Hasta la próxima huella!